No es un concierto más. Con los Black Crowes nunca es así. Sobre el escenario principal del Azkena, segundos antes de dar comienzo el espectáculo, uno de los roadies coloca dos incensarios humeantes frente al micrófono de Chris, a su espalda ya se despliegan las alfombras sobre las que se situará el grupo y el escenario queda listo para el ritual.
Un ritual distinto, ni mejor ni peor, del que hace 2 años ofrecieran en el BBK. La sustitución de Luther Dickinson por el novato Jackie Greene merece ciertos cambios, lo que se traduce en una breve tregua con el mundo pantanoso del mejor folk/rock norteamericano que ha marcado sus últimos discos y un retorno a sus inicios más rockeros. La primera canción así lo anunciaba, “Twice as Hard”, primer corte de su primer disco, sonaba como una declaración de principios. Los Cuervos iniciaban su vuelo en el suave atardecer norteño con ganas de hacer disfrutar al respetable. “Sting me” y “Hotel Illness” fueron las siguientes muestras de las muchas razones por las que merece la pena ver a una banda de esta talla. Chris reina en el centro del escenario entre gestos al público de las primeras filas y esperpénticos movimientos que pretenden asemejar algún tipo de inquietante danza mientras a su alrededor el resto del grupo lanza un clásico tras otro.
Tras el reconocimiento a su más reciente época que supone “Good Morning Captain” vuelven a la carga con “Good Friday”, el “Feeling Allright” de Traffic y “By your Side”, de su disco homónimo. Las canciones suenan con energía y el entendimiento con su público se hace patente. Jackie Greene no es un guitarrista de la talla de Luther aunque cumple con su función. Los intercambios de riffs y fraseos con Rich se suceden a lo largo del concierto mientras el resto de la banda cimenta la base sobre que la que se dedican a construir las canciones.
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Prosiguen con “Ballad in Urgency”, con una tremenda Jam final en la que brilla con luz propia Adam McDougal a los teclados y que desemboca en la genial “Wiser Time”. Tras finalizar esta, Rich se enfunda la acústica para “She talk to Angels”, balada que interpretan acompañados de la mandolina de Jackie.
“Soul singing”, “Thorn in my pride, “Jealous again” y “Remedy” son el cuarteto de canciones escogido para la despedida, a falta de los habituales bises, por supuesto. A lo largo de las canciones el grupo se deja llevar y surgen momentos de auténtica magia sobre el escenario. La banda se encuentra perfectamente engrasada y las improvisaciones se suceden. El ritmo es una auténtica montaña rusa en una sucesión de subidas y bajadas donde se hace patente la maestría de todos y cada uno de los músicos.
Y tras el usual parón para tomar un trago y fumar un par de caladas, el grupo reaparece para los bises. Dos versiones para la ocasión. “Hard to Handle” de Otis Redding y el clásico de Deep Purple “Hush”, que interpretan enlazadas con el gusto de quien sabe lo que se hace y que finalizan con el consabido estribillo del “Hard…” coreado por las cerca de 14.000 personas que llenaban el recinto de Mendizabala el pasado viernes.
“Hasta la próxima” dice Chris mientras se despide de su público con la seguridad de quien sabe que ha dejado un buen sabor de boca. El necesario para que su vuelta sea nuevamente recibida con la expectación de los grandes reencuentros.
Foto: Diario de Navarra
Texto: Miguel Garzás