SPIN DOCTORS – TEATRO LARA – 07FEB13

Lo que parecía una nueva entrega de “Yo también viví los 90´s” se tornó una refrescante e inesperada sorpresa la noche del pasado jueves en el madrileño Teatro Lara. Refrescante por el habitual refrigerio cortesía de la cervecera patrocinadora e inesperado por la intensidad alcanzada por Chris Barron y sus muchachos. Todo discurría por los senderos habituales. Veinte aniversario de “Pocket full of Kryptonite” y avalancha de melocotonazos. Abriendo con “What time is it?” y “ Off my line” era fácil volver a los dieciséis con no poca cara de adicto al Clearasil.

Siguieron complacientes pero también adorables. Chris, un cachondo mental, practicaba constantemente su broken spanish entre poesías en chuletas, presentaciones o cualquier excusa que se le pusiera por delante. Más madera. “More than you know” y “Little miss can´t be wrong” prolongaron la sensación de dulce nostalgia. –En Nueva York, para no tener que pasar por un trabajo de mierda y sobrevivir tocando tienes que trabajar en clubes de blues, pero nosotros somos un grupo de canciones originales – apostillaba Chris. –Por eso nuestro último disco es de blues, los propietarios de los locales piensan que son covers de Muddy Waters o Willie Dixon, pero de eso nada. No tienen ni puta idea– continuaba verborréico ante el descojone general.

Bien justificado el cambio de aires dio paso al número que da título a su último trabajo “If the river was whiskey”, efectivamente, blues eléctrico de alta graduación pero de cánones clásicos sin un pico de distorsión que agradó a la parroquia en sobremanera.

Siguiendo con la versión de la CCR para banda sonora de Philadelphia “Have you ever seen the rain?” hizo referencia a su camisa y corbata nueva (ambos regalos de su, y nuestro querido Paco Perez-Bryan) al cual elogió e hizo responsable de su gira española al cual dedicaron su “Two princess” enlazando tímidamente con “Shinebone alley”. Extenso medley que marcaría el punto de inflexión de la actuación, puesto que el mítico Jerry González, con ese halo de jazzman maldito a la old-school se incorporó desde un lado del escenario como si del espíritu de Thelonius Monk se tratara (antológica la gabardina) marcando la pauta para una inclusión en terrenos tan sugerentes como pantanosos, lo cual desconectó al par de petardas mas acólitas e introdujo en un paraíso de musicalidad a la inmensa mayoría del patio de butacas.

Un grupo de músicos inconmensurables que dieron una lección de profesión y humildad tremenda cerrando con un blues menor de aquí te espero y de cuya autoría, al menos yo no tenía ni puta idea, mas o menos como los propietarios de esos clubes neoyorquinos donde ahora se ganan las lentejas. Para ficharles, ni falta que les haría.

Los que antaño formaron parte de la aristocracia del pop mundial recogen ahora sus cables cual banda de garito, por supuesto no sin antes instar al público a que salga al recibidor a tomarse una copa con ellos. –También os podemos dar nuestro nuevo disco. Si no tenéis dinero no importa– Olé.

Miguel O. Rutina

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