REGINA SPEKTOR EN MADRID: DE FÁBULAS, CUENTOS Y BALADAS DESDE ASIENTOS BARATOS

Esta es la historia de Regina Spektor, una joven nacida en Moscú, perseguida por ser judía y exiliada en América en 1989. La historia de una piano girl que cree que el amor verdadero existe y que, si eres chico, te destrozará en cuanto te des la vuelta. Esta es la historia de una prodigiosa voz acompañada de unas disciplinadas manos que hacen discos en días (Soviet kitsch, 2006; Songs, 2002) y crean historias duraderas. Fábulas como las que vivimos anoche en el Teatro Circo Price, dentro del ciclo de conciertos de Veranos de la Villa.

La chica del piano, que hace canciones como churros, se presenta tímida, pequeñita, cuando de hablar con el público se trata, pero grande, majestuosa, cuando se arranca a cantar. Con una formación de teclado, violoncello, batería y piano, la música ruso-estadounidense se enfrenta a un público expectante que casi ha agotado el papel (2.000 entradas) en su único concierto en Madrid. Los piropos, y las bromas, suenan en todos los idiomas. Ella, los agradece tímidamente. La última vez que Regina estuvo en Madrid, tan sólo pasó ocho horas: “Eso no cuenta” comenta entre unas risas retraídas. Es por eso que Regina agradece el día libre que ha pasado en la capital. Le ha dado tiempo a conocer el Mercado de San Miguel, a pasear, a probar la comida española (es lo que más le gusta de nuestro país) y a visitar el Museo del Prado. Precisamente este concepto, el de los museos y la concepción de “mausoleos públicos” que tiene Spektor de ellos, canta la pianista en temas como All the rowboats, que suena casi al principio de la velada.

Si algo sabe hacer bien Regina es mezclar letras aparentemente inocentes y que surgen de la imaginación, y no de hechos concretos, con ironía, enfado y dulzura. Quizás la ironía, el enfado y la dulzura que nacen de la propia personalidad de la joven: Con una delicada sonrisa quita hierro, pero no contundencia, al asunto que está tratando. El amor, el desamor, el sarcasmo… todo suena más intenso si Regina está al piano. El público se muestra especialmente agradecido con canciones como “Small town moon” , “Patron Saint”, o “Don’t leave me (Ne me quitte pas)” dónde el violoncello, que está presente durante todo el concierto, cobra una mágica importancia. Todos estos temas se recogen en el último disco de Regina Spektor, What we saw from the cheap seats, que vio la luz a nivel mundial el pasado mayo y que se ha encargado de recopilar unas piezas que los asiduos a sus conciertos ya conocían, pero que no habían sido registradas en el estudio de grabación.

La chica rebelde que abandonó la música clásica para dedicarse al pop más sinfónico posee una voz prodigiosa y no puede esconder las disciplinarias horas que ha pasado frente a las teclas blancas y negras. Se nota en su cuerpo, en su pose al abandonar la banqueta y levantarse para cantar junto a Jack Dishel (Only Son), que esta noche ha abierto los conciertos. El matrimonio (sí, están casados) interpreta “Call them brothers”, incluida también en What we saw from the cheap seats. Es la primera y única vez que vemos una guitarra acompañanado a Regina. Apreciamos a una chica que ha pasado muchos años frente al piano. Su cuerpo, sus manos, la curvatura de su espalda, lo indican.

Regina se mueve, baila de una forma graciosa sobre el escenario. Aunque su sitio, dónde más cómoda está, es detrás del piano. Junto a él ofrece los momentos más emotivos y desgarradores de la noche. “How” hace preguntarse angustiosamente si realmente hay posibilidad de olvidar un amor que ya pasó; con “Oh Marcello”, vuelve la calma, o por lo menos, desaparece la desesperación; y la acertada Ballad of a politician levanta asperezas y aplausos en un país dónde la clase política es noticia. El tema es una fábula satírica sobre lo fabulosamente satíricos que resultan los movimientos de aquellos que nos gobiernan. “A man inside a room is shaking hands with other men/This is how it happens/Our carefully laid plans”. Pero Regina también rescata temas del cancionero antiguo como Ain’t no cover, blues con el que, a capella, abre el concierto, Better o Dance anthem. Casi al final, rinde homenaje a su lejano Moscú con “Molitva (Prayer of Francois Villion)” revisión del tema original de Bulat Okudzhava que se incluye como bonus track en su último trabajo.

Pero la historia de esta virtuosa del piano en Madrid, como todas las historias, tiene su fin. Y el de Regina es de cuento, más que de fábula. El Price entero en pie ovacionando a una artista que, pese a su juventud, ha sido bautizada como la Joni Mitchell de su generación.

MMC

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