ELLIOT MURPHY – THE NORMANDY ALL STARS

Una carretera casi abandonada nos llevó directos al corazón de la noche. Llegamos a un hotel pequeño a las afueras de la ciudad y dejamos las maletas en la habitación. Desde el balcón observé las luces de neón del local en el que se celebraría el concierto. La brisa de un febrero cálido acarició el rostro y desvió de pronto el humo del cigarrillo que caía de la comisura de mis labios. Alguien había hablado de comprar las entradas cuanto antes, sin embargo, desde allí no veía demasiada gente en los alrededores del recinto.

Iba a ser una gran noche de rock and roll, pensé. Así que nos hicimos de nuestra mejor indumentaria dispuestos a despacharnos el universo apasionante de la música que se sostenía con pulso firme en una madrugada oscura e incierta. Con una camiseta negra de manga larga calcé mis botas brillantes de cowboy, cogí el dinero suficiente y moldeé mi cabello mientras camino de la sala soñaba con carreras de coches por autopistas que se pierden en la oscuridad y chicas guapas que te sonríen en el aseo de una gasolinera.

La leyenda de Elliott Murphy volvía a la ciudad para entusiasmarnos con un repertorio de magia, ritmo y nuevas sensaciones. Venía a presentar su último disco homónimo junto a su banda, The Normandy All Stars (Last Call, 2010). Once nuevas canciones que destilan el compromiso de un vaquero solitario que contra corriente ha sabido tejer una carrera inimitable, única, sincera y espectacular en el mundo del rock and roll. Este álbum hace el número treinta de su discografía y muestra un formato ya conocido, pero seguro. En un primer momento pronosticas un discurso melódico poco arriesgado. No obstante, tras varias escuchas observas ya sin reservas que puede ser un gran disco que acoge unos ritmos melódicos apacibles, pero firmes. Una colección de buenas canciones para deleitarse sin altos en el camino. Descubrimos las dos vertientes de su música, como el propio Elliott comenta: “la serenidad de baladas y la exuberancia y energía del rock”. Por citar algunas, abre el track la maravillosa “Poise´n grace” que es firma de la casa o el alborotador título que revela un tema que señala abiertamente que el artista ha vuelto a sus orígenes “Rock´n roll´n rock´n roll”.

Pero estamos otra vez aquí en mitad de la nada. Acaba la actuación después de más de dos horas de entrega y entusiasmo rockero, y uno vuelve la mirada a la puerta de aquel tugurio que le recuerda el mundo inhóspito que le espera afuera. En el último momento surge de nuevo la magia cuando el gran Elliott Murphy nos muestra su humildad, baja del escenario para firmar discos y hablar con sus amigos. Es un histórico, sin duda.

Regresamos en silencio andando por el borde de la carretera y echamos la última cerveza en el bar del hotel cuando suenan en nuestra cabeza aún las notas a la par suaves y acrobáticas de su impresionante guitarrista, Olivier Durand. Fumamos el último cigarrillo y soñamos con este icono del rock una día perdido en una ciudad que ahora ya no recuerdo.

Julio Demonio

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