Me dijeron que Johnny Casino sólo tenía un problema y era que es extremadamente bueno. Cuando vi hace unos días el vídeo en Youtube del tema “Cowboys and Indians” me quedé sorprendido por su emocionante intensidad y por la gracia con que el grandote de Johnny lo ejecutaba con su guitarra. Una descarga de electricidad y emociones brotaron de repente de los altavoces del ordenador e invadieron cada rincón de mi dormitorio en un segundo. Subí el volumen con esos primeros acordes y golpes de batería cuando comenzó a cantar Mr. Casino, envuelto con su banda “And the Secret” en un compás que sólo transmitía júbilo, ganas de estar vivo y de sacar la cabeza por la ventana y gritar en mitad de una calle que se despereza poco a poco en las primeras horas de un domingo soleado de primeros de mayo. Comencé a saltar por el pasillo como un loco cuyo desorden interno lo lleva directamente a una zona fronteriza que hay dentro de nosotros entre la extenuación y el goce, y ya no hubo manera de parar en toda la mañana. Esto es rock and roll.

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Cuánto de magia tiene la música cuando te pega directamente al corazón. Toda una inyección en vena de garaje rock australiano que no te puede dejar indiferente ya desde el primer instante. Cuenta la leyenda que en sus directos el público sale hipnotizado del espectáculo fantástico, una sacudida, un directo hiperactivo con interminables melodías y muchas canciones de no más de tres minutos. El tipo controla diversos estilos musicales y, parece ser, todo ello con una ejecución perfecta sobre las cuerdas hasta el punto de que acojona. Dicen que pasea sus guitarras por una carretera interminable y vive para esta música ¡Qué fuerte!

Julio Demonio