DEMIAN. HERMANN HESSE

La historia del pequeño Emil Sinclair puede parecer una narración más del paso de la niñez a la juventud que experimenta un niño alemán años antes del estallido de la I Guerra Mundial. A simple vista no es más que un cuento en primera persona de las experiencias y descubrimientos por
los que alguien de esa edad tiene que pasar en lo que es un proceso lógico de evolución humana. Sin embargo Hermann Hesse, el autor de “Demian”, va más allá.

El premio nobel denuncia la educación coercitiva alemana pero además  indica, a través de la figura del enigmático Demian, que la búsqueda del yo interior y los senderos del auto razonamiento pueden llegar a provocar el desgarramiento del ser. Lo que comienza siendo transgresión, rebeldía, acaba denotando la caducidad de unos ideales que no tienen donde sostenerse. El autor muestra la necesidad de aniquilar, acabar, extinguir esos inamovibles principios  para que nazcan otros nuevos. Sólo La Gran Guerra (1914-1918) es capaz de terminar con ellos y sólo a través de ello nacerá una nueva conciencia que hasta ese momento sólo poseían unos pocos.

Los sentimientos  primordiales, incluso los más violentos, no iban contra el enemigo; su obra sangrienta era tan sólo una irradiación de lo interno, del alma disociada y dividida, que quería enfurecerse y matar, aniquilar y morir para nacer de nuevo. Un ave gigantesca rompía el cascarón. El cascarón era el Mundo y el Mundo había de caer hecho pedazos”. (Demian)

Emil Sinclair no es ni más ni menos que el reflejo de una época que también se manifiesta en la forma de hacer literatura. “Demian” es un presagio de lo que pasará después ya que el fondo y la forma variarán en la literatura de este periodo. En estos años James Joyce (en la fotografía) desmonta el modelo anterior y crea una nueva antropología con una obra transgresora como es “El Ulises”. Es por eso que encontramos puntos de unión entre las creaciones de Hesse y Joyce. Emil Sinclair, nombre con el que inicialmente se publicó la novela, tiene mucho que ver con el retrato de aquel “artista adolescente” de Joyce.  Hesse, como Joyce, también  juega con las edades de los protagonistas de sus libros dándoles un obsesivo simbolismo que impregnará toda la obra. Lo hace a través de la visión de un personaje que comienza siendo niño, pasa por adolescente y acaba creciendo espiritual y físicamente al final del relato.

“Demian” y “Retrato del artista adolescente” podrían considerarse  novelas de aprendizaje pues narran la evolución espiritual de un adolescente recorriendo y atravesando los difíciles años de su crecimiento. Novela de formación podría considerarse además “El guardián entre el centeno”. Leer “Demian” es trasladarse  inconscientemente a muchos de los momentos que relata J. D Salinguer a través de la “inocente” figura de Holden Caulfield. Sin relatar tan explícitamente la sexualidad y la ansiedad adolescente como Salinguer, Hesse se
acerca bastante a un controvertido y provocador lenguaje.

La inocencia de un niño, llámese Holden Caulfield, Max Demian, Emil Sinclrair o Stephen Dedalus es precisamente la que acerca al lector a una obra que de infantil no tiene nada.

“No sé por qué hay que dejar de querer a una persona sólo porque se ha muerto. Sobre todo si era cien veces mejor que los que siguen viviendo” (El Guardían entre el centeno).

MMC

 

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