PLV HAVOC: “SOY UN TIPO QUE PASA DE LA INSEGURIDAD MÁXIMA A CREERSE EL HIJO BASTARDO DE BOB DYLAN”

Una muestra de lo que se puede hacer con una guitarra y con un puñado de composiciones es lo que hay dentro del cancionero de Pedro García de Viñaspre. Sincero, de igual modo que sus canciones, ha logrado conformar “Penny Lancaster”, un nuevo álbum que se asienta sobre las bases de la raíz que han ido creciendo poco a poco con, primero, “In the nick of time” y, segundo, con el extraordinario “The shape of your heart”. Y es así, por mucho que los adornos sonoros hagan de una canción algo perfecto, el acto del error permitido siempre será lo que termine por redondear un trabajo. Y en esto, lector y escuchante, PLV Havoc tiene la licencia.

Charly: Tu nombre real está cambiado. ¿Queda mejor sonar anglosajón para llamar más la atención?

Pedro: Pues ni lo sé ni me importa, la verdad. PLV Havoc no es un personaje, PLV Havoc soy yo. Cuando empecé a hacer música por algo coherencia, pensaba que al hacerla en inglés tenía que ver con lo que estaba cantando. Quería buscarme un apellido que fuese fácil de pronunciar. Un día vi en las noticias que hablaban del Havoc, un tsunami que arrasaba todo a su paso y dejaba ruinas. Me gustó el rollo dramático que tenía la palabra, además me sonaba a apellido. Supongo, y siempre lo digo, aunque no sé si es verdad, que por mi cabeza pasaría PJ Harvey. PLV es un poco un anagrama de mi nombre y apellido, pero no creo que tenga nada que ver el nombre. No tiene más misterio.

C: ¿Hablamos, entonces, del envoltorio de las canciones?

P: No creo que sea un envoltorio de canciones. Ni siquiera el nombre de la canción importa.

C: ¿Y cómo se las va a conocer entonces?

P: Hombre, de hecho, yo tenía un amigo que hablaba de las canciones por los números: track uno, track dos, track tres… O sea, da igual que una canción se llame de una forma u otra o su título. No importa ni el nombre del grupo.

C: Incluso con el tarareo sería suficiente…

P: Hablamos del nombre y tú estás hablando de la música. El nombre no importa nada. Podía ir más allá y decirte que las letras no importan nada, pero sería meterme en un jardín muy frondoso. Pero desde luego, el nombre de una canción no tenga nada que ver. Evidentemente, yo me preocupo del título para que tenga una coherencia con la canción que toco y sea así interesante teniendo un sentido. Hay títulos de canciones y nombres de grupos horribles.

C: Te iba a hacer la pregunta de si PLV Havoc es un personaje que se ha comido a la persona, pero en este caso no es un personaje en sí.

P: Lo que ocurre es, que si en algún momento PLV Havoc fue un personaje, a día de hoy ya no lo es. Si en algún momento yo utilicé eso como coraza para subirme a un escenario, desde luego, ahora ya no lo hago. Uno nos comportamos de manera diferente en distintas situaciones, pero eso no nos convierte en personajes. Tú con tus padres hablas de una forma y con tus amigos de otra, pero eso no significa que estés siendo falso, sino que estás en otra situación. Conmigo pasa exactamente igual. Yo me comporto de una manera distinta en ciertas situaciones y no por eso soy un personaje, simplemente soy la persona más apegada a lo que toco. No soy un story-teller al uso que habla del tipo de tal sitio que se cogió y se fue, te habló de mí, aunque sea inventado lo que cuento o aunque no sea cierto. Hablo de mí.

C: Desde luego defiendes las canciones que son tuyas, aunque es música americana lo que haces. Pero al fin y al cabo es canción de autor, y eso tiene una relación con el típico cantautor de barba y jersey.

P: Mira, yo no hago música americana, ni hago eso que llaman “americana” ni lo pretendo hacer porque obviamente no lo voy a hacer tan bien como ellos. ¡Ni lo pretendo! Me van a ganar siempre. Lo que ocurre es que yo quiero hacer canciones que perduren en el tiempo y no caduquen. Quiero tener setenta años y poder cantarlas en un piano-bar teniendo todavía vigencia y permanencia en mí, al menos. Pero está claro que es necesario tener una base clásica, como es la música del Este, el tango, la música celta o, como es mi caso, la de raíz americana. Pero tiene que tener una base para que uno pueda construir su “casa”. Esa casa es lo que yo llamo “autor”. El resto, las bases, es en lo que me apoyo y el edificio es lo que yo soy. Hemos hablado de PJ Harvey; para mí PJ Harvey es una cantautora. Lo mismo que Bruce Springsteen o Carl Perkins. Pero no tiene porque llevar a la imagen del cantautor como la cosa más rancia del mundo. Eso es por un complejo que tenemos por la mala música que se ha hecho aquí y por la buena que se ha denostado.

C: Pero es una “canción” que viene de un EP llamado “In the nick of time”, ¿verdad?

P: ¡Hostia, otro! (Risas) ¿Cómo os podéis acordar de ese trabajo? ¿De dónde sale esa información?

C: Es nuestro trabajo…

P: Pues me alegro mucho porque muchas veces nadie lo nombra. “Penny Lancaster” es para mí mi segundo disco porque “In the nick of time” fue una especie de caída o de revelación iniciática. Ahí fue cuando me dije que esto, quizás, no era una tontería. Uno anda perdido, vaga en su crecimiento como persona y no encuentra nada que le satisfaga ni tiene nada que aportar al mundo, entonces, igual, eso no es una tontería. Desde ese punto de vista, para mí, las canciones que hago tienen un toque solemne y trascendental desde mi particularidad mundana que yo descubrí en ese EP, que al fin y al cabo no tuvo ni difusión. Pero por eso siempre cuento que mi carrera empieza con “The shape of your heart”, mi disco anterior.

C: Aunque “The shape of your heart” fue un revulsivo porque recibió muy buenas críticas. Incluso tuvo un apogeo desmesurado.

P: Desde luego. Yo le debo mucho a ese disco. Hice cosas muy ambiciosas de corazón pero en un disco muy pequeño. Pero de repente, con un disco que tenía canciones con armónica y cuatro cositas más, me vi tocando en festivales para cuatro mil o cinco mil personas o Ebrovisión. Hay gente que está tan loca como yo que me puso en un sitio y está claro que ese disco me llevó a foros que no me correspondían en ese momento. De hecho, el año pasado toqué en el Sonorama cuando todavía no había salido este disco. La expectativa la creó ese disco. Se lo llevó todo.

C: ¿Crees que esa expectativa ha influido en “Penny Lancaster” de manera ambiciosa? Aunque presión, parece, no tienes mucha.

P: Tengo la presión que me pongo a mí mismo. Soy un horror de persona. Soy un tipo que pasa de la inseguridad máxima a creerse el hijo bastardo de Bob Dylan. Soy un constante inconstante muy terrible. Y la presión me la pone la gente que quiero y tengo alrededor. No quiero defraudar ni a mis amigos, ni a mi mánager, ni a mi familia… ¿Conoces a Rafael Berrio?

C: ¡Por supuesto!

P: Tío, tienes que escuchar “1971”, que es el último disco de Rafael Berrio y es su obra maestra más impresionante que haya escuchado en mi vida. Es un gran amigo, pero es espectacular. Pero lo que te decía; Rafael Berrio ha hecho canciones para otras personas y a ciertas mujeres. Yo le doy la vuelta y digo que la presión me la ponen algunas personas y ciertas mujeres también (risas). El resto no lo ves. ¿Qué presión pone el “Señor Warner” o las discográficas? Pues eso es lo que te quiero decir.

C: A las discográficas les importa más lo que vendas y el beneficio…

P: Yo no tengo ni idea que es lo que les importa a las discográficas, de verdad.

C: Bueno, en este caso se les ha dado más importancia a las mujeres. Se han escrito muchas canciones por ellas. Ya me dirás con el título de “Penny Lancaster”. Que por cierto, es el nombre de la mujer de Rod Stewart.

P: Sí, también (risas). No sé dónde vi el nombre, pero me pareció evocador. Llenaba la boca al decirlo. Luego me di cuenta de que era la mujer de Rod Stewart. Pero lo que hice fue crear una especie de historia de animadora americana preciosa de los cincuenta. El mito de la pobre niña rica, pero con un drama intenso. Me imaginé esa vida y le hice una canción de desamor. “Penny Lancaster” aúna a todas las chicas que he querido y que a la vez me han hecho daño.

C: ¿Si tuviéramos que vender un zumo de mujer concentrado, le pondríamos entonces el nombre de “Penny Lancaster”?

P: (Carcajada) Puede ser. Zumo de pulpa.

C: O de vulva.

P: También (risas).

C: También es verdad que falsear la realidad sirve para hacerla más llevadera, ¿cierto?

P: Está claro. Somos unos mentirosos y cuando creamos estamos distorsionando la verdad.

C: En este trabajo encuentro una canción que hace de puente con “The shape of your heart”. Hablo de ‘In the flood’.

P: Sí, has acertado totalmente. Me jode estar de acuerdo contigo, pero es verdad. Es la canción más clásica de composición y en la que se ve esa ruptura. Es lo que al final iba a ser pero no fue.

C: Añado que ‘Brian’s Café’ me parece el mejor tema del disco pero en ‘Mellow faces’ es donde se destaca todo el trabajo de la banda, pues grabaste con una pero en directo tienes otra.

P: El disco está grabado por Rubén Caballero. Es un genio y es alguien que me entiende y en quién confío. Es inconformista y no todo le parece igual. Es un hombre increíble. Fuimos cogiendo a los músicos según íbamos grabando. Luego, por diversas circunstancias, Rubén se fue con Mikel Erentxun a grabar a Nueva York, nosotros teníamos el Sonorama y tuvimos que coger otra banda. Ahí me hice la siguiente pregunta: “¿Y quién cojones va a hacer el trabajo que ha hecho Rubén en el disco?”. Hablé con Joseba Irazoki de Athom Rumba, que es una persona grandiosa. También Jaime Nieto de We Are Standard y Guanche, de Lobo Eléctrico.  No se puede aglutinar más talento. Es una banda multidisciplinar que, de algún modo, tiene el estilo indie de Jaime, la más rockera de Guanche, la locura virtuosista de Joseba…

C: Totalmente bastardo.

P: Completamente. Es una familia de huérfanos que cada uno viene de un sitio y que se han juntado para hacer una familia bastarda.

C: ¿También trabajasteis con demos?

P: No teníamos demos. Estuvimos durante un mes y medio en el estudio, cosa que no mucha gente se puede permitir, por cierto. Pero como lo hicimos de manera muy artesanal queríamos que la magia fluyera allí. No queríamos cosas cogidas con pinzas. Teníamos una idea muy clara. En el estudio fuimos desvistiendo las canciones conforme fueron apareciendo en el momento. Una idea más Lo-Fi, que es un poco lo que más se lleva. Al final ha salido un disco pasado de moda de lo bien hecho y lo bien armado

C: Lo que está pasado de moda ahora es vintage y actual.

P: ¡Exacto! Esto es un disco de los que tienen grasilla.

C: Pasado por el filtro del Instagram…

P: (Risas) Puede ser.

C: Y de treinta canciones que llevaste se quedaron muy pocas para el disco. ¿Se puede decir que eres muy prolífico?

P: Pero cada vez menos. Además, con este disco me he quedado seco. Antes era muy prolífico, lo que ocurre es que cuando no tienes responsabilidad no tienes miedo a nada. Pero cuando empiezas a tener tus cositas cambias de opinión y ya vas con más cuidado de lo que enseñas y muestras porque te sientes vulnerable. En ese sentido he bajado el listón. Pero bueno, al final hay que escribir y escribir…

C: Algo que acaba con ‘The streets of the south’, la canción más desnuda con un piano precioso.

P: Y de hecho, si te fijas en esa canción, vamos quitando cosas poco a poco hasta que se queda seca. Es una voz seca y a capela. Una metáfora, vaya. Empieza con toda una banda con mucho ruido y termina con un tipo sin efectos.

[youtube]http://www.youtube.com/watch?v=KZAf1Gb9ei4[/youtube]

Texto: Charly Hernández.

Fotos: Óscar Pereira y Tomás Gil.

 

 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *