RINCONES SUCIOS: SYLVIA PLATH

En una nueva entrega de Rincones Sucios, el espacio enmarcado dentro de El Rincón de la Radio, estos apasionados estudiantes de periodismo nos hablan del ingenio en tiempos de censura, de Sylvia Plath. Ana Sepúlveda y Jorge Ortega enseñarán cuándo y cómo es adecuado el smoking, Julia Sánchez cuenta el funcionamiento de las plantas carnívoras, con Ana García Andreu sabremos que la mariscada es un estado de ánimo y Adrián Piñel nos dará ánimos con grandes figuras de mundo del deporte a los que les dijeron que no llegarían a nada. Todo esto coordinado y presentado por Enrique Gutiérrez Llamas. Aunque te adelantamos unas pinceladas de lo que será el programa (leyendo más abajo), puedes escucharlo directamente pinchando aquí.

Depresiones a los extremos.

Su vida empieza y acaba con depresiones, una ajena y otra propia.

En 1932 Hitler estaba a punto de hacerse con el poder en Alemania,  en España teníamos una República en pañales a la que no dejarían crecer, en Estados Unidos se proyectaba “Freaks”, La parada de los monstruos, aunque también la prohibieron y tardó mucho tiempo en recuperarse. Mientras el mundo del cine decía Adiós a las armas Europa se arma hasta las cejas. Aquí nacen Tomás y Valiente y Adolfo Suárez y en el otro lado del charco la de los ojos violetas. Nos vamos a Boston, nacida de un padre alemán que daba clase de biología y que le sacaba 21 años a su madre Sylvia Plath no es que viniera a la vida en el mejor momento de los Estados Unidos. Aquella época que se conserva en la fotografía en blanco y negro tampoco debía de tener mucho color para los americanos de entonces, para Sylvia Plath tampoco ya que apenas llegaría a conocer la fotografía en color.

Su hermano Warren nace cuando ella tiene tres años, entonces dejan Boston y se van a vivir a Massachusets, su primer poema lo publica con ocho años en la revista infantil del Boston Herald, pero aquí no se podía presagiar como iban a ser, de verdad los poemas de la Plath. Con esta edad su padre muere. Le tienen que amputar un pie por culpa de la diabetes, pero la cosa se complicaría a consecuencia de un cáncer de pulmón que sería el encargado de que la parca llegara definitivamente a buscarle. Aquí es donde ella comienza a hablar de la pérdida de su fé en la religión. Se mudan con su madre de casa y escribe el poema “Electra y Azalea Plath”.

Insulina a deshoras; nace la poetisa

Pocas novedades habrá en su vida, suponemos que las de una chica americana normal que viviera en el American Way of Life, hasta que en 1950 se va a estudiar al Smith College. Ahí le escribe a su madre que la vida se está abriendo como una jugosa sandía. Después de tres años allí empieza a escribir su primera novela “La Campana de cristal” y tras una decepción en la revista del College comienzan sus arrebatos depresivos con una primera tentativa de suicidio tomando una cantidad exagerada de pastillas para dormir y rechazando entrar en la Universidad de Harvard.  Al más puro estilo Kubrick su madre piensa que lo mejor para combatir la depresión en la terapia electroconvulsiva, que aquí en España se siguió estilando, desgraciadamente, hasta bien llegada la democracia y el sentido común. Por si poco fuera a la pobre Silvia la atiborraron de Insulina, para mantenerla en un coma inducido que no entiendo muy bien que finalidad tendría. El tratamiento se lo pagaba una antigua paciente que decía haberse recuperado por estos métodos. Sea como fuere lo que no consiguieron las chispas y el azúcar de la vida sí que lo consiguieron la insulina y la elecricidad porque vuelve al Smith College y se gradúa con los máximos honores en enero de 1955 gracias a un ensayo sobre las novelas de Dostoievsky.

Esa beca por la que muchos suspirar, la fulbright, fue la que le dieron a ella para irse al Newman College en Cambridge, y seguir dándole a la literatura, publica muchos poemas, sobretodo en la revista Varsity, además de escribir se dedica a recorrerse Europa. Ya sabemos que le queda poco de vida, pero nada de qué preocuparse, aunque no haya publicado poemarios todavía los poemas sí que los escribe, y sería en Cambridge en 1956 cuando conocería a Ted Hudges.

Hudges, el amor empalagoso.

El que iba a ser su marido era poeta inglés, ya se sabe, Dios los cría y ellos se juntan. Ese mismo año se casarían, en una Iglesia de Candem,  supongo que para aprovechar porque tampoco les quedaba mucho juntos, aunque eso ellos todavía no lo sabían. La luna de miel la vivieron al más puro estilo años 60, al más puro estilo desarrollismo, al más puro estilo cuevero, si no lo han adivinado se lo digo yo, mucha poesía, mucha letra, mucho reconociemto… para luego irse de vacaciones a Benidorm.

En 1961 la Plath  comentaba, en una entrevista a la BBC, que al llegar a Cambridge leyó unos cuantos poemas de Hudges en la revista que él publicaba, la impresión que le causaron le llevó a ir a una fiesta donde le conoció. El flujo literario entre ambos escritores comenzó, cual tortolitos se escribían poemas de amor. Ella le decía que tenía la voz como un trueno de Dios y que era como un cantante de historias, él a ella algo así como que ella se había enamorado y no lo sabía, ahora sí que le hubiera hecho falta la insulina, para bajar el nivel de azúcar. Debió ser por eso por lo que decidieron continuar escribiendo y viviendo juntos.

Eran un poco rarunos, y no lo digo por la luna de miel en Benidorm, lo digo porque les da por jugar a la Ouija y a pensar en la astrología, cosas de enamorados o  no. No nos llegan noticias de si el tablero se lo vaticinó, pero decidieron volver a Estados Unidos donde ella volvió al Smith College, ahora en el otro lado, y si quien antes de ser fraile fue cocinero, ella que era alumna ahora será profesora.

Enrique Gutiérrez

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