CHRISTINA ROSENVINGE, UN CASO RESUELTO

 

Foto: María Cuevas

Da la sensación de que muchas cosas quedan enterradas en el olvido hasta que un día pasan a ser rescatadas y brillan más que en sus momentos pretéritos de gloria; ya sea porque traen frescos -y gratos- recuerdos de esos buenos tiempos, ya sea porque por más que pasen los años, la calidad no varía. También puede ser porque se den estos dos motivos a la vez. Pasó en el Teatro de Lara de Madrid, al compás subterráneo de Christina: Mil pedazos, Tú por mí y Muertos o algo mejor -con la que cerró improvisadamente el concierto, ella sola, previo clamor popular, tras los bises-, sonaron revisados y convincentes. Su voz, tan dulce en aquellos años, encandilaba el oído, y una vez más, con algún leve cambio, fruto de la edad, que no perdona a nadie, la historia se repetía en un contexto íntimo y acústico, en un patio de butacas -todas ocupadas -, donde los asistentes contenían la respiración con la solemnidad que pueden llegar a causar silencios incómodos;  aunque extrañamente, y a pesar de tratarse de un concierto, donde el ambiente suele ser más distendido, ni por asomo la tensión, fruto del deleite, perturbaba a la cantante, que se desenvolvía como pez en el agua en el escenario, comentando sus últimas adquisiciones instrumentales, o incluso solicitando una cerveza.

Su gira, del álbum recopilatorio Un caso sin resolver, con Aurora Aroca y Raül Fernández “Refree”­ -al violonchelo y a la guitarra, respectivamente-, organizada por Son Estrella Galicia, repasa, sobre todo, las claves de sus dos últimos álbumes: Tu labio superior y La joven Dolores. De este modo no podían faltar las aplaudidísimas La distancia adecuada, Nadie como tú -con las que abrió el recital madrileño-, Alta tensión, Negro cinturón, Eclipse, Anoche (El Puñal y La Memoria) -que animó mucho al público, por cierto-, Tu sombra , Weekend, Mi vida bajo el agua y los bises Jorge y yo y Canción del eco. Tok Tok, de Continental 62, con la intensidad del teclado y las cuerdas, enloqueció al auditorio en aplausos.

Foto: María Cuevas

Aunque en su mayoría sonaron temas de los últimos trabajos, quedó hueco en la corta, aunque no por ello menos intensa, hora y media que, sin respiro, se sucedió, para hacer un ligero guiño a la lengua de Shakespeare, aunque seguro que ella prefiere clamar a Leonard Cohen, a quien le gusta versionar con Hallelujah.

As the wind blows y 36 honraron al dramaturgo – y ¿por qué no? También al Premio Príncipe de Asturias de las Letras de 2011- e impresionaron a los asistentes, haciéndoles recordar la versatilidad de la madrileña, tan pronto al teclado, tan pronto a la guitarra; tan pronto en inglés, tan pronto en castellano; algo que lleva al límite incluso con sus proyectos: tan pronto para el público infantil, con Cuentos enchufados -presentado en la pasada edición del Día de la Música- , tan pronto para los adultos -o al menos, con menor aspecto pueril-, con Un caso sin resolver, que el miércoles pareció quedar resuelto pero no cerrado: su gira prosigue por la geografía española.

María Cuevas

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