La bandera de las barras horizontales y las estrellas hondea en un saliente con forma de pirámide hecho de listones de madera. El escenario es amplio y un castaño en la parte de atrás ofrece un pequeño tramo de sombra que los músicos agradecen sin reservas. Es una mañana de mucho sol. El público usa el paraguas para combatir el calor. Hay una furgoneta en la ladera opuesta ofreciendo refrescos, cerveza y bocadillos. El resto del paisaje es abierto, entre montañas, y la brisa corre sigilosa a través de los arbustos y por una interminable hilera de turismos aparcados en batería.

Greg Brown toca sentado en una silla. Lleva un sombrero de paja y muestra una voz consumida por el whisky y el tabaco, un timbre crudo, pero cercano. Acaricia una guitarra electroacústica y mira a través de unas gafas negras a un auditorio que lo escucha casi con una postura feligresa. A su derecha, le acompaña Bo Ramsey, su colaborador habitual y también acreditado productor, el cual pellizca una guitarra stratocáster, y al otro lado, un joven con el pelo rojo luciendo un bajo eléctrico caoba. El repertorio es extenso. Greg Brown canta sin atril y los textos no parecen tener fin. Una y otra vez hace alusión a interminables historias sobre la vida corriente de los que viven en la gran manzana y que arañan una existencia difícil, narra las condiciones de los seres que libran cada día una dura batalla en el campo o en los pueblos que adornan las autopistas infinitas que seccionan el país americano. A Brown le gusta hablar de ello y no hay párrafo que se le resista. Displicente ante el micrófono y rasgueando la guitarra sin aspavientos va desbrozando sus canciones como quien trata de exponer sin prisas, sin apuros, sin miedo, todos aquellos sentimientos profundos que a uno le acompañan en cada momento y que no parecen inquietarle lo más mínimo al hacerlo. Hasta que por fin decide levantarse, guarda su guitarra y desaparece tras el escenario sin dejar huella.

Greg Brown, con 61 años, está presentando en directo su último disco “Freak Flag” (Yep Roc/ PopStock!, 2011), que hace el número veinticuatro. Aunque no es conocido por el gran público en su dilatada trayectoria, el de Iowa ha compuesto innumerables canciones para artistas tan grandes como Santana, Willie Nelson, Joan Baez, Ani DiFranco o The Nashville Bluegrass Band, por citar algunos… Es también el fundador del mítico sello Red House, con lo que nos hallamos ante todo un artífice de la música folk. Este último disco es una demostración evidente de que se haya en plena forma, una magnifica colección de canciones al más puro género Brown, esto es, melodías atadas con esmero que suenan a campo americano, a Cash, a J.J. Cale, a las raíces de un abanico amplio de estilos que encajan perfectamente en la escuela americana. Hay quien dice que es uno de los mejores discos que ha grabado y que la escucha de “Freak Flag” es una forma muy buena de adentrarse en su trabajo para aquel que aún no lo conozca. Es cuestión de probarlo.

Julio Demonio