RUBÉN POZO, DE LA CORRECCIÓN AL DESENFRENO EN ‘DOS CON CINCO’

RUBÉN POZO. JOY ESLAVA. 17MAY12

Vale que el del jueves era un concierto “fácil”, Rubén jugaba en casa. Vale que ha demostrado que Lo que más, su primer disco al margen de Pereza, es un trabajo más que respetable, sincero  y sobre todo creíble. Vale que Joy Eslava estaba llena de amigos e incondicionales fans. Sin embargo, algo impedía a Rubén Pozo estar al cien por cien en las primeras canciones de un concierto que arrancaba pasadas las nueve de la noche. Sonaban ‘Las horas muertas’, ‘Rucu Rucu’, ‘Chavalita’… y sonaban bien, correctas. Pero se echaba en falta algo gamberro, ese toque personal que  impregna el disco. Un trabajo que pese a guitarrazos, melodías alegres, juguetonas y actitud rock, canta cosas complicadas de decir.

Desde el dolor de alguien que sabe que haga lo que haga, tome la elección que tome, acabará haciendo daño a alguna persona,(sí, bajo un nombre que puede jugar al despiste como ‘Rucu rucu’, se esconden letras así) hasta aquel que reivindica su forma de ser como es, pero al mismo tiempo se preocupa por serlo (como en ‘Como Cualquiera’). Quizás ahí está el quid de la cuestión. Cuando Rubén comenzó a ser como es  y no se sintió culpable por serlo sobre el escenario, fue cuando todo empezó a ir sobre ruedas en Joy Eslava: “Estoy hasta la polla de estar tenso. Quiero estar relajado. Quiero disfrutar de mi banda”. Hacía referencia, por supuesto, a las tensiones y presiones que normalmente se tienen con el lanzamiento de un nuevo disco, más si eres un ex Pereza y mucho más aún, si  tienes que leer los acertados y desacertados comentarios de los twitteros: “Dicen que mi disco no ha gustado, pero yo creo que no se ha escuchado”, explicaba. Intervención tras intervecnión, Rubén dejó claro que esto no es una guerra, es un juego y él va a jugar y va a pasárselo bien con sus músicos y amigos. Entre ellos está Sara Íñiguez, Rubia, que salió al escenario a interpretar las incertidumbres y preguntas sin respuesta de la cálida ‘Ozono’. El tema (y Sara) trajo un soplo de aire fresco al directo, a Rubén y también al público que se contagió del buen rollo sobre el escenario: “¡Rubén!, ¡Rubén!, ¡Rubén!”, gritaban. A lo que Pozo contestó: “Me los estáis poniendo muy chungo para volver con Pereza. No quiero volver con Pereza”.


Y llegó el desenfreno. Sí señor. El jugar con el amor, con la espontaneidad con la improvisación de discursos y presumir de chaquetas de lentejuelas. Y llegó también la complicidad con la banda, con Joe Eceiza y Alvaro Lucini a la guitarra y al bajo, con Datz a la batería y con Miguel Iglesias en el teclado y guitarra. También llegó el pasado,(musical y personal) pero no para atormentar, sino para alumbrar una noche que ya estaba brillando sola: ‘Pirata’, ‘Margot’, ‘Run Run’. Ya sin lentejuelas y enseñando musculito, nueva aclaración: “Hay quienes dicen que mi discográfica no daba un duro por mi. Pues que sepáis que ‘la Choni’ como yo la llamo, se está volcando conmigo”, aclaraba  y agradecía Rubén, y sonó el abrasador ‘Invierno’. ‘Pelos de punta’ o ‘Margot’ fueron algunos temas más que se recuperaron del cancionero antiguo.

Muchas canciones podrían haber sido la banda sonora de esta crónica, pero lo cierto es que  el jueves Rubén tocó convencido de que mañana sí, por fín, será otro día.

¡Ah! no faltó ‘Pegatina’ y sí, hubo baile. Por favor, rechacen imitaciones.

MMC

 

 

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